Saturday, May 8, 2010

SA PA: HMONG, BLACK THAI Y RED DAO

Sa Pa no son sólo paisajes. También son las gentes que allí viven. Tribus de las que se dice que algunas de ellas ignoraban que un poco más abajo había una guerra a la que medio mundo se asomaba por el televisor. Nos dicen que viven en poblados colgados de las laderas de las montañas donde los hombres cultivan los arrozales y cuidan del ganado y las mujeres tejen los bordados que luego llevarán a los mercados de las ciudades de los valles del norte de Vietnam. Todo suena muy bonito pero la verdad es que aquí a las  únicas a las que se ve trabajar por todas partes son a las mujeres. Mujeres y también muchas niñas.

En Sa Pa me encuentro hasta con tres grupos étnicos que se diferencian externamente unos de otros por la forma de vestir. En las fotos se distinguen fácilmente, la etnia Hmong cuyos turbantes son de varios colores entrelazados. La etnia Black Thai, que como podéis imaginar lleva turbantes negros y la etnia  Red Dao, la más numerosa en Sa Pa con sus turbantes rojo brillante debajo de los cuales las mujeres  se rapan la cabeza y las cejas. Todas ellas se dedican a vender básicamente en el mercado de fin de semana sus telas, bordados, fulares, de unos colores increíbles a unos precios que se cuadriplican fácilmente en las callejuelas del barrio de los gremios de Hanoi.  









Toda la ciudad es un inmenso mercado. Un viejo edificio alberga a ancianas que se inclinan sobre vetustas máquinas de coser y enhebran los hilos azules, rojos, amarillos, índigos, negros...para inundar de color sus paredes y suelos. Y están las calles, la plaza de la iglesia francesa de los años treinta donde desde las seis de la mañana hasta la noche plantan sus puestos las vendedoras. Aquí además de telas se venden arcos, jarrones, espadas y hasta instrumentos musicales cuasi imposibles de tocar para un occidental.











Anochece en Sa Pa. Las mujeres tienen cara de agotamiento mientras intentan vender sus últimas telas. La niebla baja de nuevo y la ciudad se apaga lentamente mientras la humedad empaña cada cristal y cada ventana. No queda nada por hacer salvo retirarse a descansar antes de que la bruma oculte el camino de vuelta a los hoteles.




Al pequeño pueblo de Ta Phin, a diez kilómetros de Sa Pa, llego con un Xe Om o moto taxi. Atravesando algunos de los paisajes que puse en el post anterior, terrazas de arrozales que descienden pausadamente y caminos de tierra roja entre cabañas de barro y juncos. Para nuestra alegría sale el sol y los múltiples verdes se mezclan con el rojo de los turbantes de las mujeres que deambulan persiguiendo a los turistas que a cuentagotas llegan en esta mañana de abril al poblado.  Las aguas de los arrozales se transforman en espejos improvisados de las montañas Hoang Lien. Las mayoría de mujeres están tejiendo sin levantar la vista. La mayoría son de la etnia Red Dao. Apenas se inmutan mientras les enfoco con la cámara. Se diría que hasta posan sin mirarme. Los vestidos que llevan son los que se ponen habitualmente. Parecería que son meros trajes para atraer turistas pero la cultura del color la llevan en la sangre y se transforma en estas aldeas perdidas en seña de identidad. Otras mujeres caminan llevando a sus espaldas cestas con plantas que luego utilizarán para extraerles los tintes para sus telas y bordados. Y por todas partes los niños. Pero eso es para otra entrada.