Tuesday, August 3, 2010

KAWAZU 河津町 (NANADARU) 伊豆の踊り子


Me alejo de Tokio. Voy hacia el sur en un pequeño tren que recorre la costa de la península de Izu. Antes de sumergirme en la vorágine de la inmensa metrópoli busco el otro Japón.  Entre el monte Fuji y el océano Pacífico. Me alojo en Kawazu en un pequeño hotel balneario con vistas a la bahía de Sagami. Mucha suerte en mi casi primer día de vacaciones. Nada más llegar me dirijo a las cascadas de Kawazu (nanadaru). Siete maravillas ocultas en medio un bosque de pinos y helechos en las montañas de Agami. A uno le viene a la memoria alguna de las películas de Kurosawa. Ran. La fortaleza escondida. Los bosques que rodeaban a la aldea afortunada de los siete samurais. Parece que va a aparecer de un momento a otro algún guerrero huyendo de un shogun enfadado. Pero no. Sólo japoneses tranquilos y unas hermosas estatuas que cuentan la historia de "La bailarina de Izu" (伊豆の踊り子). Un cuento de Yasunari Kawabata de 1927. Este escritor japonés ganó el premio Nobel en el año 68. "Izu no Odoriko" fue su primera narración publicada. Un joven estudiante que recorre el país y se encuentra con un grupo de músicos ambulantes. Y allí está ella, Kaoru. Es tan popular que los trenes que viajan por la península de Izu se llaman odoriko (bailarina) en su honor (JR East 185 Limited Express Odoriko). Y hasta cinco películas se han hecho en Japón sobre este cuento.


Regreso a donde estaba. Tratando de no resbalar por unas escaleras de piedra en la penumbra verde. Una niebla casi transparente emerge entre las ramas bajas de los árboles y deja entrever cada cascada. Hasta siete, como ya dije, que van dejándose ver en el momento preciso. El silencio acuoso del bosque de Kawazu, que envuelve esta mañana tranquila de verano, hace que la noción del tiempo y del espacio no estén muy claras. La magia de los olores a madera mojada y a lluvia inminente transforman el bosque y lo convierten en el inicio de un cuento en el que los kodamas o espíritus del árbol, juegan a esconderse de un occidental curioso que ha venido a interrumpir su sueño.






En "Senda hacia tierras hondas", Matsuo Basho, un poeta japonés del siglo XVII escribe:
"Subiendo el monte, a unos veinte cho (dos kilómetros) de distancia hay una cascada. Se despeña desde lo alto de una cueva, cayendo a unos cien pies a un abismo de mil rocas, lleno de verdor. Me refugié en la oquedad y miré el panorama desde detrás de la cascada, comprendiendo por qué se le llama cascada de Urami." 

No está escribiendo sobre Kawazu sino sobre paisajes al norte de Edo (Tokio). Pero parecen escenarios gemelos que me dejan cubrir con las palabras de Basho mis fotografías. Sobre ese día escribe un sencillo y hermoso haiku:

"Me quedo un rato
detrás de la cascada.
Entra el verano."




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石激 垂見之上乃 左和良妣乃 毛要出春尓 成来鴨

A raudales contra la roca la cascada.
Junto a ella los warabi empiezan a brotar.
Ha llegado la primavera.

(Príncipe Shiki) Siglo VIII