Friday, January 21, 2011

TAM COC

Ahora que el frío se ha instalado en Hanoi y el invierno más duro de los últimos años (según los viejos del lugar) se ocupa de congelar las mentes y las motos es momento de recordar aquellos días del verano (¿dónde están esos 38 grados ahora?) en que fuimos a ver las cuevas de Tam Coc. Con un calor infernal en una almendra sobre ruedas llegamos dando botes después de más de dos horas de viaje al conocido como Ha Long interior. El tour que contratamos primeramente nos deja en unas pagodas de los tiempos de esplendor del Vietnam antiguo y tras unas fotos y unos budas sonrientes los más osados (o sea Rubén y yo) tomamos unas bicicletas y desafiamos al calor inclemente y nos desplazamos hasta el embarcadero del río Ngo Dong. Pedaleamos entre campos de arroz y pequeñas aldeas durante una hora más o menos. Y llegamos justo para comer. Los más listos han llegado allí tranquilamente en autobús pero seguro que de ese trayecto se olvidan y nosotros no.

El río discurre apacible entre formaciones calcáreas con la típica vegetación vietnamita frondosa y verde. Son como torres inmensas que custodian las aguas. Campos de loto flotantes, pequeñas pagodas o torres que salpican algunos de los montes, hileras de barcas con turistas con paraguas que procesionamos lentamente sobre las aguas, tumbas antiguas en las orillas del río. Las remeras utilizan para nuestro asombro los pies y lo hacen de una manera ligera y fácil. El río atraviesa las cuevas Hang Ca, Hang Giua y Hang Cuoi. El calor es grande pero las aguas transmiten frescor y el paisaje por momentos sobrecoge. 

El camino de vuelta proporciona, cómo no, ligeros momentos de tensión (véase el adelantamiento de un camión suicida) así como una extraña nube con forma de guerrero. Y en el camino de ida campanarios aislados y alguna hoz y martillo aéreo. Los viajes son largos y pesados pero yo nunca me canso de mirar.