Tuesday, October 26, 2010

CAI DOY O EL ÁRBOL DE LA VIDA

Vamos a ver a las afueras de Hanoi, al norte del río Rojo girando a la derecha tras cruzarlo por el puente de Càu Chu'o'ng Du'o'ng, una "performance" de un conocido artista local, Dao Anh Khanh. Se trata de una muestra de arte conceptual o algo así (se abre la veda en este tipo de arte a todo tipo de calificaciones), con partes ininteligibles y otras de una estética impactante. Paseamos antes por su estudio que está abierto todo el año a quien quiera acercarse por allí con un gran jardín lleno de estatuas y de figuras abstractas. Nos mezclamos con los actores mientras posan divertidos entre obras de arte. En principio es un canto a la naturaleza, a su relación con el hombre, para contar el maltrato de aquélla por éste. Por momentos es interesante, una gran figura de bamboo con los brazos abiertos emergiendo entre las casas bajas de este barrio de Hanoi donde el artista tiene su estudio. Figuras humanas en sus brazos, en su vientre, en su cabeza mientras un grupo de bailarines en un escenario situado a sus pies simulan tormentas, luchas, sueños, moviéndose cadenciosa y lentamente. El artista mezclándose con ellos en una especie de baile que pretende romper el equilibrio de la escena mientras una música extraña lo envuelve todo. Uno no quita los ojos del espectáculo mientras éste dura. 

Una segunda parte tiene lugar en la pequeña M-30 (nombre familiar de la circunvalación de Madrid que damos algunos expats españoles a algunas carreteras de Hanoi) que rodea al barrio. Una especie de tiendas de indios sioux de plástico que cambian de color situadas en la orilla del camino, donde chicas vestidas de plantas y de animales salvajes hacen reverencias, abrazan al aire, miran extasiadas al cielo, mientras un grupo danés toca música electroacústica. Lo mejor son las caras de la gente, claro. El artista se une al espectáculo haciendo contorsiones diversas sobre el escenario del camino polvoriento junto a la banda nórdica. Esta parte tiene una duración anunciada de unos treinta minutos, pero hete aquí que el creador, viendo la masa humana que se apiña ante la pequeña plataforma, se engorila y aquello se alarga hasta la hora y cuarto en medio de clarinetes disonantes, giros epilépticos del artista y un atasco (cómo no) de motos en medio de la carretera. Surrealismo hanoiano en estado puro que nos regala Dao Anh Khanh junto a su estudio en los suburbios, que congrega a una multitud divertida y ociosa en esta noche de octubre.




    Por cierto, muchas felicidades Mar!