Wednesday, December 8, 2010

CÚ LAO CHÀM

Un cartel con un soldado amenazante recibe a los visitantes de la pequeña isla Cu Lao Cham situada frente a la costa central de Vietnam. Frente a Hoi An. Dice algo así: "Es un honor ser un soldado en defensa de la patria". Eso está bien, las cosas claras desde el principio. Si no fuera porque la isla es muy pequeña bien pudiera haber cobijado en versión vietnamita a algún soldado extraviado de la antigua guerra de los sesenta. Solo que esta vez y a diferencia de lo ocurrido con los soldados japoneses abandonados en las islas del Pacífico, aquéllos se hubieran perdido la victoria y no la derrota. Como Hiroo Onoda, que recibió la orden de no suicidarse ni tampoco rendirse al enemigo bajo ninguna circunstancia. Y así estuvo el hombre treinta años en una isla de Filipinas esperando al enemigo en plan Gila. La isla estuvo vetada a los extranjeros por los militares hasta hace poco tiempo pero éstos no han dado nunca una explicación razonada de los motivos de la prohibición. Yo por si acaso no salgo de los caminos (por decir algo) que recorren la isla, no sea que me vaya a encontrar lo que no estoy buscando.



La isla apenas acoge a occidentales y el turismo es sobre todo local. Unas tiendas de campaña al borde de la playa será el hotel y la arena será la cama. El resultado será un agudo dolor de espalda para el desayuno de fideos y de fruta. Pero el color de la tormenta lo compensará. La lluvia aparece y aplaca durante una hora larga el calor de la tarde. El sol se ha mostrado implacable durante todo el día pero ahora se oculta tras las nubes indochinas providenciales. Los turistas más atrevidos alquilamos unas moto-taxis para ir de paquete atravesando la isla de norte a sur con caminos con baches tipo b-52 que a duras penas bordean temerariamente los xeones (dícese del colega, mal encarado las más de las veces, que te lleva en su moto a cambio de unos dólares). Pagodas con dragones, tumbas budistas al borde del mar, chalupas circulares (desconozco el nombre vietnamita), la habitual discusión final con el Xe-om, un hombre troceando parsimoniosamente un pollo en uno de los pequeños malecones de la isla. El camino mereció la pena.